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Martes, 02 03 2021
(Tiempo estimado: 9 - 17 minutos)
DANILO ASTORI

"El gobierno actuó en forma correcta ante la pandemia", pero no cesa de agraviar a los gobiernos anteriores

El ex ministro de Economía repasa aciertos y errores del Frente Amplio, y dice que "la autocrítica y la renovación ideológica son imprescindibles, pero ni siquiera hemos empezado"

Facsímil de la ilustración de la entrevista en El Observador

Miguel ArreguiEl Observador
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Danilo Astori, uno de los fundadores del Frente Amplio, fue tal vez el líder político y técnico más influyente durante los gobiernos de la izquierda: como ministro de Economía y Finanzas en los dos gobiernos de Tabaré Vázquez, y como vicepresidente de la República con José Mujica.

Y aunque el "astorismo" no fue mayoría en ninguna de las tres elecciones consecutivas que ganó el Frente Amplio, él y su equipo tuvieron siempre un papel decisivo en las políticas gubernamentales.

El ahora senador Danilo Astori, quien cumplirá 81 años en abril, se recupera en su casa de Malvín de una grave afección pulmonar, asistido por su pareja, la diputada Claudia Hugo.

Repasa los 15 años de gobiernos del Frente Amplio, señala aciertos, que en parte son sus propios aciertos; reivindica el orden macroeconómico y el crecimiento continuo en una región turbulenta; y admite que los problemas en la enseñanza y en la seguridad pública contribuyeron a la derrota de 2019.

"El Frente Amplio no supo vincularse con el interior del país", agrega, y dio recurrentes muestras de soberbia. Dice que la autocrítica y la renovación ideológica en la izquierda son imprescindibles, pero "ni siquiera han empezado".

Cree que el gobierno de Lacalle Pou "actuó básicamente en forma correcta ante la pandemia", pero que no cesa de agraviar a los gobiernos que le precedieron.
Sigue un resumen de una larga charla mantenida vía Zoom:

-¿Cree que hubo ciertos consensos básicos entre los uruguayos, explícitos e implícitos, que ayudaron a que el país fuera relativamente menos afectado por la pandemia de covid-19?

-Sí. El gobierno actuó básicamente en forma correcta ante la pandemia, en sus diferentes etapas, y pese a los altibajos. Destaco algo que no ha sido común en Uruguay: la convocatoria a un grupo asesor científico, para que diera una mirada profesional y planteara alternativas. No recuerdo una experiencia similar en otras áreas de la actividad y en otras épocas del país.

Se pueden discutir aspectos del proceso, como la compra de vacunas, o las restricciones a la movilidad, o la asistencia a los sectores más vulnerables. Pero el conjunto fue un proceso político que debe calificarse como bueno.

Claro que no compartimos que el gobierno establezca como prioridad la búsqueda del equilibrio fiscal, cuando el país vive esta emergencia. Uruguay tiene una situación financiera sólida, y su acceso a los mercados de crédito es prácticamente ilimitada.

En cuanto a elementos implícitos, que no se manifiestan abiertamente, hay que buscarlos en lo que hizo Uruguay en comparación con otros países, en particular los vecinos. Los vecinos son el ejemplo quizás más saliente, por razones diferentes para Argentina y Brasil, que muestra que el espíritu dominante de esas sociedades es distinto al uruguayo. No tengo complejo de que el espíritu de los uruguayos sea mejor, porque también tenemos defectos muy grandes; pero sí creo que este país tuvo ahí un beneficio adicional muy importante.

Una mirada de largo plazo, de 20 años, muestra que la economía uruguaya avanzó mucho más que las de Argentina, que en 2019 estaba básicamente al mismo nivel que en 2008, y que Brasil, que se empantanó en 2013 y allí quedó. Sólo Chile ha tenido una dinámica superior.

-¿Cree que en Uruguay también han existido consensos básicos en materia económica a través de gobiernos de distintos partidos?

-En Brasil y Argentina el juego político es distinto a como se juega en Uruguay, por más que en Uruguay encontremos defectos y carencias.

En esa fase de 20 años que usted menciona, Argentina y Brasil se hundieron como nunca antes en su historia contemporánea, y se hundieron en las cuestiones fundamentales de la economía, como son la producción, el empleo, el mundo del trabajo y la inserción internacional.

-Muchas personas le atribuyen un papel decisivo en el ciclo del Frente Amplio: como ideólogo y gestor, y también como ancla para evitar desbordes voluntaristas, al estilo de lo que ocurrió con otros gobiernos "progresistas" de América Latina, que no sobrevivieron al fin del auge de las materias primas. ¿Fue así realmente?

-Creo que lo que usted señala es correcto en cuanto a mi preocupación por el orden macroeconómico, empezando por el orden fiscal, y siguiendo por el orden monetario y de ingresos. Eso es lo que traté de hacer, junto a otras cosas: no perder el control macroeconómico.

Nadie crece mucho tiempo en el desorden; y al mismo tiempo, el crecer durante mucho tiempo es fundamental para mantener el orden.
No olvidemos que crecimos 17 años consecutivos, los dos primeros durante el gobierno de Jorge Batlle, que hizo las cosas muy bien para salir de una situación muy difícil.

-Suele atribuirse parte del mérito de ese largo ciclo de crecimiento a la forma de salida de Uruguay de la crisis de 2001-2002, radicalmente distinta a la salida que practicó Argentina.

-Esa fue una de las diferencias que fueron moldeando la deriva de Argentina, Brasil y Uruguay en las últimas décadas.

El tratamiento que Uruguay hizo de la crisis bancaria y de la crisis de deuda en 2002-2003 fue absolutamente fundamental y llamativo.

Argentina apeló al default, con todas las consecuencias que eso tendría en el futuro, y las sigue teniendo hoy; y Uruguay apostó al cumplimiento, con una conducta de prolijidad internacional y estabilidad institucional que aún hoy mantenemos.

Uruguay es un país que hoy puede emitir deuda en moneda nacional, en pesos nominales, lo que debe ser un caso raro entre los países emergentes.

-¿Ese rigor suyo en el manejo de los dineros públicos pudo haberle costado la candidatura presidencial, que ambicionaba? ¿O también pesaron otros factores, como cierta arrogancia personal; o su falta de afinidad con sectores decisivos en el aparato del Frente Amplio, como el MPP y el Partido Comunista?

-Creo que jugaron todos esos factores. Pero para mí es difícil ponderar el peso de cada uno. No mencionó un factor que para mí fue fundamental: la introducción del Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) en la reforma tributaria de 2006. Fue muy mal recibido por ciertos sectores de clase media. Olvidaron que antes había un impuesto a los sueldos, mucho más injusto que el IRPF.

-¿Cree que fue más popular entre los votantes independientes del Frente Amplio, que entre los sectores militantes que predominan en los comités y en los órganos de la coalición, y definen las candidaturas?

-Hay una evolución histórica que puede ser importante analizar.

El Frente Amplio nació hace 50 años, con dos características excepcionales en el mundo político: como coalición, y al mismo tiempo como un movimiento. La coalición refiere a ciertos acuerdos entre sectores partidarios; el movimiento refiere a compatriotas que quieren seguir el mismo camino pero sin pertenecer a un sector específico.
Los comités de base se concibieron como un espacio de encuentro de frenteamplistas, sobre todos de los independientes. El comité de base fue el factor de reunión, atracción y politización de muchos compatriotas, y contribuyó al crecimiento de la fuerza. Pero llegó un momento que esa realidad dejó de tener el sentido original, porque muchos que decían representar a sectores de base en realidad estaban representando a sectores político partidarios.

Fue una forma de utilizar a las bases para llevar adelante posiciones de sectores y partidos específicos.

-¿Es una forma de duplicación y falseamiento de la representación?

-Hoy todavía la estructura orgánica del Frente Amplio asigna la mitad de la representación a los sectores políticos específicos, y otra mitad a los llamados "sectores de base", en pie de igualdad.

En la práctica, el peso político se ha inclinado hacia aquellos sectores que tuvieron más éxito en la cooptación de las bases.

-Suele decirse que para ganar la interna del Frente Amplio hay que correrse a la izquierda, mientras que para ganar elecciones nacionales, hay que correrse hacia el centro, donde están los votos independientes decisivos. ¿Es así?

-Es correcto. Confieso que me cuesta tomar ciertas conductas cuando hay elecciones, aunque ayuden a obtener ciertos cargos.

Creo que le hace perder calidad a la política.

Hay otro asunto clave vinculado con esto, que conviene aclarar para no cometer graves errores. A lo largo de la historia de un partido o sector, ya sea que tenga 50 años de historia o 200, los actores políticos vamos cambiando de posición. Y cambiamos por una realidad fundamental, que son los cambios de la sociedad.

Así, por ejemplo, las bases programáticas del Frente Amplio de 1971 hoy son imposibles de proponer; como la nacionalización de la banca, la nacionalización del comercio exterior o la reforma agraria.

Algo similar puede decirse de "Nuestro compromiso con usted", el programa del sector mayoritario del Partido Nacional en 1971, liderado por Wilson Ferreira Aldunate, que era marcadamente dirigista.

Yo estuve en los dos programas, de alguna manera, porque trabajé mucho con Wilson Ferreira Aldunate, cuando él era ministro de Ganadería y Agricultura, desde 1963, y también integré la CIDE (Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico), que sirvió de base a ese programa.

Pero sí: eran dos programas que se aproximaban mucho. Hoy eso es implanteable como propuesta seria, porque la realidad nacional e internacional no lo admite.
Durante la vida de las organizaciones políticas vamos cambiando de posición. Y muchas veces se nos señala eso como crítica.

-En 1989, antes de la caída de los regímenes del "socialismo real", usted todavía hablaba de no pagar la deuda externa, o de nacionalizar la banca.

-Eso es imposible de plantear ahora, entre otras cosas porque no hay deuda externa, sino deuda pública. Los mayores acreedores de Uruguay son uruguayos, sus propios trabajadores, cuyos ahorros están en el sistema jubilatorio. Hay una frase de Fernando Henrique Cardoso (sociólogo, politólogo y dos veces presidente de Brasil, entre 1995 y 2002), a quien tuve la suerte de contar como profesor de Sociología: Para cambiar, hay que conocer.

Esto es: nadie puede cambiar una realidad que no conoce. Entonces muchas veces el debate político está contaminado con desconocimiento de la realidad, o con política de baja calidad, que solo piensa en los cargos y no en transformar el país.

-En el Frente Amplio conviven tres tendencias muy diferentes. Ciertos grupos poderosos mantienen como horizonte la abolición del capitalismo; otro sector es desarrollista y dirigista, un poco al estilo de la vieja Cepal de la década de 1950 dirigida por Raúl Prebisch; y un tercer sector, que usted integra, que podríamos llamar "socialdemócrata". ¿Comparte esa clasificación?

-Sí, básicamente sí. Los bautismos siempre presentan problemas, ¿verdad? Yo creo que la propuesta de Asamblea Uruguay, y de otros sectores del Frente Amplio que piensan muy parecido a nosotros, puede ser clasificada, para mayor claridad, como social demócrata. El problema es que la expresión "socialdemócrata" tiene un lastre: el de los errores cometidos por la socialdemocracia, sobre todo en su cuna, que es Europa. Por eso la expresión es resistida en la izquierda. Veo compañeros que se erizan un poco cuando escuchan la expresión "socialdemócrata".

-¿Pueden incidir también ciertas cargas emocionales, como la antigua descalificación que hacían los comunistas de la "socialdemocracia reformista"?

-Totalmente. Pero yo ahora estoy de acuerdo en llamarlo así: socialdemócrata.

-En la elección nacional de octubre de 2019 esa ala socialdemócrata salió muy debilitada, por lo que el Frente Amplio cayó del 48% de los sufragios en 2014 a sólo 39%. ¿Cree que sin un ala socialdemócrata fuerte se pueden ganar elecciones?

-Por lo menos sería muy difícil ganar elecciones si no hay un equilibrio más marcado que el que existe ahora. El Frente Amplio perdió muchos votos en las elecciones nacionales de 2019 y también en las municipales de 2020; tuvo un sacudón político electoral muy importante.

-¿Y a qué atribuye esas derrotas? ¿A la debilidad de la economía y del empleo, por ejemplo?

-El Frente Amplio perdió alrededor de 200.000 votos, y los perdió fundamentalmente en el interior del país; y, aunque parezca paradójico, también en los sectores urbanos más vulnerables, de condición más humilde.

Esto debe ser examinado con mucha honestidad intelectual y con mucha modestia, porque a veces las autocríticas, que son imprescindibles, pueden transformarse en agresiones dolorosas. Una autocrítica tiene que ser un acto de amor. Consiste en decirnos: "Hicimos mal esto y lo hicimos entre todos: ¿Cómo podemos contribuir a corregirlo?" Eso es lo que tiene que hacer el Frente Amplio y todavía no hizo.

En cuanto al resultado electoral, creo que los 15 años de gobierno pueden haber jugado en forma negativa.

Nos acostumbramos a dejar afuera de las decisiones y acciones políticas a los que no pensaban como nosotros, y a abarcar todo el espectro de esas decisiones. Les dimos poca atención a los que no pensaban como nosotros, y eso en todos los niveles de gobierno.

Puede llamarse arrogancia perfectamente bien. Cuando alguien ignora un aporte de alguien que piensa distinto, comete un acto de soberbia. Creo que este asunto tiene que analizarse dentro de una autocrítica.

Pero así como se señala que es bueno para un gobierno tener una buena oposición, para una buena oposición es importante tener un buen gobierno.

Y creo que eso hoy no está pasando. El gobierno actual no cesa de enviar señales de oposición, y muchas veces de agravio, a los gobiernos anteriores del Frente Amplio, desconociendo por completo los aportes que esos gobiernos puedan haber hecho.

Yo deseo que a este gobierno no le pase lo que nos pasó a nosotros. Lo que el país necesita no es soberbia, ni exclusión, ni mucho menos agravio.

Por ejemplo: cuando una ministra de Economía dice en el Parlamento, cada tres frases, que ellos son transparentes, parece estar diciendo que nosotros no lo fuimos.
Entonces, para que hagamos una buena autocrítica, es fundamental que el gobierno tenga una actitud de reconocimiento de los aportes que hizo el Frente Amplio.
¿Quién del gobierno, por ejemplo, ha reconocido la facilidad para el combate a la pandemia que significa el Sistema Nacional Integrado de Salud?

Entonces, primero: la soberbia no es buena consejera para obtener políticas de calidad y buenos resultados electorales.

Un segundo aspecto: el Frente Amplio no supo vincularse con el interior como debió haberlo hecho; y eso que tenemos representación y presencia en todo el país.
Es muy llamativo, y alguna explicación debe tener, que hayamos perdido 200.000 votos, sobre todo en el interior del país, incluidas las zonas rurales, a pesar de que el Frente Amplio modernizó el régimen laboral de los trabajadores del campo.

-¿Y no cree que también el dramático ascenso de la delincuencia, que deterioró la calidad de vida, tuvo mucho que ver con la derrota del Frente Amplio?

-Sí, sí, sí. Yo creo que los temas de educación, salud, de seguridad pública fueron factores fundamentales.

No estoy haciendo una crítica de quienes estuvieron al frente de esas áreas. No podemos dejar de ver las cosas buenas, porque por ejemplo la Policía que hereda este gobierno está equipada como nunca antes.

Pero en algunas áreas se obtuvieron resultados que conmovieron negativamente a la opinión pública, en particular a la gente más vulnerable, más humilde.

-¿Y qué rescata esencialmente de los gobiernos del Frente Amplio?

-La decidida acción por el crecimiento inclusivo; un crecimiento permanente, que benefició más a los trabajadores, y sobre todo a los más desfavorecidos.

También valoro especialmente el Sistema Nacional Integrado de Salud; la justicia tributaria; y, en materia de enseñanza, valoro el Plan Ceibal, un gran salto en la historia, que facilita el arribo del Uruguay tecnológico. Esos fueron cambios estructurales profundos.

-En los últimos años de su gestión como ministro de Economía, digamos entre 2018 y 2019, pareció tirar la toalla ante la voluntad del presidente Tabaré Vázquez. La disciplina macroeconómica se relajó, con un creciente déficit y endeudamiento. ¿A qué se debió? ¿A la poderosa voluntad del presidente; a la cercanía del tiempo electoral?

-Fue una consecuencia de factores internos y externos.

Mientras tuvimos una época de buenos precios, digamos durante la mayor parte de los dos primeros gobiernos, logramos el equilibrio en las cuentas, e incluso un pequeño superávit primario en 2007.

El déficit se agrandó luego, cuando las cosas en el mundo se pusieron difíciles. Pero en el debate actual -el "relato" repetido- se olvida que el 80% del gasto público en Uruguay no se puede modificar.

-El gasto público en Uruguay tiene vida propia. Los salarios públicos se ajustan casi automáticamente, y las jubilaciones lo hacen de manera preceptiva, según la Constitución. Pero el Frente Amplio erró seriamente en el costo de la reforma de 2008 del sistema de jubilaciones. La cantidad de jubilados y el gasto crecieron muy por encima de lo estimado, lo que contribuyó a disparar el déficit de la seguridad social.

-Sí, es verdad. Pero fue una responsabilidad de todos los partidos, no sólo del Frente Amplio. A partir de 2015, cuando se inició el tercer período de gobierno del Frente Amplio, las malas situaciones económicas de Argentina y Brasil fueron tremendas para Uruguay, pues afectaron los ingresos.

Y en cuanto a los egresos, el gobierno trató de mantener el nivel salarial y las condiciones de vida que el país había logrado en años anteriores. Esa es la causa del déficit fiscal.

Pero lo hicimos a conciencia, porque era un compromiso con la sociedad uruguaya.

Por eso no compartimos la prioridad del gobierno actual por el equilibrio fiscal en medio de los problemas que trajo la pandemia.

Uruguay tiene un déficit fiscal y una deuda pública absolutamente sostenibles. Es una situación ventajosa que no construimos sólo nosotros. Como ya dije, se inicia en la forma de salida de la crisis de 2002.

-¿Cree que el Frente Amplio está procesando bien esta etapa de revisión o "autocrítica", de nuevo aprendizaje en la oposición, y de gestación de nuevos liderazgos?

-Lo veremos. Ya le dije que la autocrítica, en un sentido positivo, es imprescindible. Pero creo que ni siquiera ha empezado.

No se puede confundir la renovación con una simple cuestión de edad. La renovación tiene que ser, en primer lugar, un tema de ideas: la renovación ideológica. Será llevada adelante por nuevos líderes, sin duda; pero esos nuevos líderes tendrán que proponer cosas nuevas.

-La izquierda, o la mayoría de la izquierda, parece haber perdido el sentido crítico que la caracterizó, incluida su propia prensa. Parece envarada por consignas, por la corrección política y por los sindicatos.

-Haber perdido el gobierno después de tres experiencias consecutivas es muy difícil, y más aún cuando se sigue siendo el mayor partido del Uruguay, y por lejos.

Provoca situaciones que nunca se vivieron.

Sería notable que pudiéramos hacer nuestra autocrítica con un espíritu constructivo: no para asesinar a quien no piensa igual, sino para abrazarlo. Pero nos está costando mucho, siquiera empezar a hacerlo.

Y sé que algunos compañeros considerarán negativamente este tipo de comentarios que estoy haciendo. Naturalmente que hay cuestiones que deben ser mantenidas en reserva, pero ni siquiera podemos hablar públicamente de ciertas cosas elementales.

-Supongamos que el Frente Amplio gana las elecciones nacionales de 2024. ¿Qué le aconsejaría al ministro de Economía que asumirá el 1º de marzo de 2025?

-Para cambiar hay que conocer.

Nadie puede recomendar y ejecutar asuntos que no conoce.

Y yo quisiera no tener que decirle al nuevo ministro de Economía que no priorice el resultado fiscal ante las condiciones de vida de la población, como se está haciendo ahora.

Yo no puedo visualizar una crisis fiscal en Uruguay ahora, porque no es posible: la situación es sólida.

-Y en cuanto al relacionamiento interno con la fuerza política: ¿qué le recomendaría a ese nuevo ministro de Economía del Frente Amplio?

-Mucho diálogo, mucho contacto con los distintos sectores. Yo debo confesar que no tuve una buena actuación en eso.

Debí haber tenido mayor proximidad y diálogo con ellos.

Hice lo que pude, pero lo que pude fue insuficiente. Debí dedicar más tiempo y energía a ese contacto. Ese sería mi consejo.

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