Miranda: En unidad, con fraternidad, con la ilusión intacta, con la esperanza inclaudicable
“Somos el proyecto político orientado a la realización de los derechos fundamentales de todos los habitantes del país”.
“Somos una propuesta de integración social, donde aspiramos a que nadie quede al costado del camino. Que toda persona pueda vivir dignamente y llevar adelante su proyecto de vida integrado en la sociedad”.
Javier Miranda, presidente del Frente Amplio, realizó el discurso de cierre del multitudinario acto del domingo.
Salud frenteamplistas! Salud uruguayas y uruguayos. Cuánta alegría compartida, cuánto entusiasmo reunido aquí, hoy, en Piriápolis. Cuántas focas paloozas que hacen temblar las raíces de los árboles e inquietan a algunos. De todas partes vienen, están aquí, sangre y coraje.
Feliz cumpleaños, mi querido Frente Amplio. Ése, el de los fundadores lúcidos, generosos, que un 5 de febrero de hace 47 años, con la enseña artiguista por bandera, desafiaron el despotismo, abandonaron sectarismos, y forjaron la admirable alarma de la unidad del pueblo.
Fueron mujeres y hombres de su tiempo, que aquel verano del 71, dijeron basta y echaron a andar. Fue Alba Roballo y Luis Pedro Bonavita; fue Arismendi y Cardozo; Héctor Rodríguez y Juan Pablo Terra; fue Zelmar y Arturo Baliñas; y fueron Seregni y Licandro (y tantos otros que mi discurso no nombra, pero que laten en el corazón de cada una de nosotras).
Aquellos que encendieron la chispa que fue fogón y alumbró las causas populares, que nos dio calor en la larga noche de la dictadura y emergió fortalecido para alumbrar la democracia.
Salud a los fundadores y aquellos cuyos nombres el libro no guarda, pero que en cada comité de base, en cada rincón del país, se atrevieron a soñar y tuvieron la valentía de tejer esta maravillosa, acogedora, colcha de retazos.
De allí venimos; por esa huella transitamos, de ese manantial bebemos, por la sed de un Uruguay solidario, de un Uruguay integrado.
El Frente Amplio es un proyecto político. Un proyecto de sociedad. Proponemos a todos las uruguayas, a todos los uruguayos, una forma de vivir en sociedad. Sobre la base de valores que nos identifican.
Somos una propuesta de integración social, donde aspiramos a que nadie quede al costado del camino. Que toda persona pueda vivir dignamente y llevar adelante su proyecto de vida integrado en la sociedad.
Por eso unas de nuestras señas básicas de identidad política es la inclusión social. Por eso nuestro énfasis en las llamadas políticas sociales. Defender la integración social, realizar esfuerzos por la inclusión de todas las personas, es defender las políticas sociales.
Ello expresa también uno de los valores cardinales de la izquierda, de esta izquierda: la solidaridad. Aquí, hoy, para nosotros, “nadies es más que nadies”. Y todos debemos aportar nuestro esfuerzo, nuestra inteligencia, para que todos los habitantes de la República gocen efectivamente de los derechos fundamentales que permiten una vida digna.
De eso se trata, para nosotros, la política. Eso justifica la razón de ser de ese artificio humano que es el Estado: la realización de los derechos fundamentales de todas las personas.
Y eso significa la igualdad. Igualdad en derechos fundamentales. Esa es la seña identitaria de la izquierda: la igualdad. A diferencia de la derecha, consideramos que la igualdad es un fin a perseguir.
No nos resignamos a eslogan facilongo de la “realidad es así, qué le vas a hacer”, del “siempre ha habido pobres y ricos; la naturaleza es así”, “las mujeres son distintas y por eso no acceden a los cargos de conducción en la sociedad, y por eso es natural que ganen menos, es natural que se dediquen al hogar”.No.
Nos sublevamos frente a la resignación, al inmovilismo, a la indiferencia, a la indolencia. Porque nos duele cada ser humano que no se realiza como persona en sociedad.
Sí, perseguimos utopías (esas que dan sentido a nuestro caminar; para eso sirven). No nos resignamos a la desigualdad, esa que es hija de los privilegios. De los privilegios de cuna, de los privilegios heredados generación tras generación, de los privilegios del que tiene más (más poder, más dinero, más fuerza). Contra esos privilegios nos alzamos en esta rica historia del Frente Amplio.
Desde luego, cuando con nuestras políticas concretas -esas que venimos llevando adelante a nivel nacional hace más de una década- tocamos aquellos privilegios, consolidados por los gobiernos de los partidos históricos de este país, algunos saltan, algunos reaccionan. Allí están los reaccionarios.
Aquellos que nada proponen, sino que sólo se oponen a las transformaciones igualitarias de las políticas de nuestros gobiernos. Así se expresa, aquí y ahora, la confrontación de modelos de país.
Un Frente Amplio que propone programas concretos y no campañas publicitarias para ganar votos, “slogans bonitos desarrollados en una empresa de publicidad”. ¿Cuál es el proyecto político de las oposiciones?
El de minar el desarrollo y profundización de un sistema nacional integrado de salud que permitió el acceso universal de todas las uruguayas, de todos los uruguayos, a las prestaciones de salud. Aquél que sugiere que para bajar el costo del Estado no se integre a los jubilados al sistema de salud. Qué caro que nos cuestan los viejos. Esa es su preocupación.
Aquellos que reaccionan porque el salario real haya aumentado en 13 años de gobiernos del Frente Amplio en más de un 50% -eso que permite que lo que hoy obtengo con mi trabajo me permita acceder a más y mejores bienes y servicios-. Quieren que esa sea la variable de ajuste de la economía, para asegurar la rentabilidad de algunos.
Frente a las políticas que permitieron el acceso de personas que son la primera generación en una familia a la enseñanza universitaria y en todo el país, reaccionan con la cantinela de “bajen el costo del Estado por favor”. Aunque eso signifique no invertir en educación, no invertir en la UTU, en la UTEC, en la Universidad de la República en todo el país, y que sólo algunos -los que se lo merecen, por cuna o por fortuna- puedan realizar estudios terciarios, técnicos y profesionales.
Frente a las políticas de igualdad, de distribución de derechos, que propone y realiza efectivamente el Frente Amplio, la única propuesta de las oposiciones es el “no”, que nada propone y sólo busca obstaculizar.
Existe también una vertiente reaccionaria que enarbola el discurso de la antipolítica. Lo hemos escuchado reiteradas veces, y no sólo en países vecinos (se acuerdan de aquel “que se vayan todos”), lo hemos escuchado también aquí, recientemente, mezclado con reclamos sectoriales.
Y esto es muy preocupante. Es la negación de la organización de la sociedad a través del diálogo y el debate de ideas.
Es la afirmación extrema de la ley del más fuerte, el único que sobreviviría en una sociedad sin reglas articuladas. Cuidado con el discurso que niega a la política y a los políticos, que conduce, o bien al autoritarismo mesiánico que ya vivimos, o a la desregulación que deja librada a las fuerzas brutas y ciegas de los intereses corporativos, donde se profundiza la desigualdad y se afirman los privilegios.
Y aquí, señores de las oposiciones, nos va la vida de todo el sistema democrático. En esto -y aquí sí confiamos en la madurez de todo el sistema político e institucional del Uruguay, de todo el sistema de partidos- se juega la estabilidad democrática del país.
En países del subcontinente han avanzado los nuevos restauradores del orden injusto, sin miramientos al orden democrático. En Honduras, en Paraguay, en Brasil, entre otros, se han alzado contra la democracia y contra el pueblo, derrocando gobernantes electos, para restaurar modelos económicos de desregulación laboral y de recuperación de los privilegios. Y no pararon frente a las instituciones.
Eso también nos desafía a todos los uruguayos. Debemos estar alertas frente a los que pudieran verse tentados –y no estamos libres- de las aventuras desestabilizadoras de la institucionalidad política. Sin miedo, con firmeza, debemos responder con responsabilidad a esos trasnochados, con más democracia, con más política.
Frente a estas vertientes de la reacción, el Frente Amplio no se siente cuestionado; nos sentimos desafiados. Desafiados a seguir proponiendo ideas y llevando adelante políticas de igualdad, de justicia social. A profundizar y renovar esas políticas que mejoran la calidad de vida de la gente y, en particular, de los más necesitados, de los más postergados.
En ese marco, convocamos a las oposiciones a que presenten propuestas alternativas, ideas que expresen otros modelos. Y convocamos a todas las uruguayas, a todos los uruguayos, más allá incluso del Frente Amplio, a discutir estas ideas y propuestas.
Frente al reaccionario antipolítico, reafirmamos la necesidad de la política, como camino de diálogo en la sociedad. Reafirmamos la participación del Estado en la sociedad, planificando, orientando y actuando. En el Frente Amplio, reafirmamos la democracia, defendemos la democracia, con ideas y con hechos.
Ahora, la reivindicación de la política exige también que la política sea consciente y responsable de su función. También es un deber nuestro, central, fortalecer la credibilidad en la política. Y quiero señalar hoy, aquí, dos factores que me parecen esenciales tener en cuenta para no abonar el descrédito y para fortalecer la política.
Uno es la ética en la función pública y la lucha contra la corrupción. Es un deber de cada agente público, de cada uno, conducirse éticamente. No sólo no robar, sino también no engañar, hacer realidad cotidiana la idea de servidor público.
No procurar el beneficio propio o de los nuestros, sino el de la comunidad, sin amiguismos. Desde luego que ningún grupo, ningún partido, ningún gobierno, está libre de las caídas antiéticas de algunos de sus miembros.
Pero frente a ello hay que actuar, no tolerar los desvíos éticos y, con las garantías de debido proceso, juzgar y sancionar a los responsables de conductas corruptas. Sin concesiones.
Otro factor que es importante para la credibilidad de la política, es la responsabilidad con la que ejercemos las funciones públicas. Y esa responsabilidad tiene que ver también con nuestra actitud ante el trabajo. La “cultura de trabajo” de la que hemos hablado. Somos responsables también políticamente, por cómo nos desempeñamos cotidianamente. Dar lo mejor de nosotros.
Con nuestras limitaciones, claro, pero con honestidad. No son aceptables el trabajo a desgano, las falsas certificaciones para justificar inasistencias y tantas flaquezas que justifican el malestar de nuestra gente. También ello es un deber ético de la política: el trabajo responsable, la cultura del trabajo.
Somos una fuerza política de paz y pacificadora. Nacimos hace 47 años como opción pacificadora en una sociedad violenta. Demostramos, en todos estos años, ser garantía de paz y de institucionalidad en el país. Cómo no recordar al Gral. Seregni, convocándonos a todos desde un balcón, apenas haber sido liberado, a la paz, a ser fuerza constructora del futuro.
El Frente Amplio es garantía de democracia. Convocando permanentemente, con palabras y con hechos, al diálogo social. No promovemos polarizaciones irracionales, falsas dicotomías; no fogoneamos el descontento.
Invitamos constantemente a mesas de trabajo para intercambiar opiniones. Con firmeza en nuestras ideas y con la actitud crítica de nuestras acciones.
También allí -y más aún tras 13 años de ejercicio del Gobierno nacional- tenemos que estar atentos. Combatamos nuestra propia soberbia, a la que el ejercicio continuado del poder nos puede desviar.
Es un desafío también, un desafío del presente, conducir el poder con humildad, escuchando, razonando, analizando, con las orejas bien abiertas y la razón despierta. Con articulación y con diálogo, con firmeza en nuestras posiciones y con capacidad de escucha y rectificación, reivindicamos la política.
Somos el proyecto político orientado a la realización de los derechos fundamentales de todos los habitantes del país. Pero los derechos cuestan.
Cada escuela que se abre, cada CAIF que se instala, cada patrullero que sale a la calle, cada policlínica, cuesta. Y hay que sostener con recursos esas herramientas que satisfacen los derechos. Para ello precisamos producir riqueza.
Para ello promovemos un país productivo. Es imperioso promover la base material de la sociedad, el desarrollo económico. No como un fin en sí mismo, sino como medio de financiar el costo de los derechos.
Esa también es una responsabilidad de la conducción política del país. Y se precisa inteligencia, trabajo y planificación para fortalecer la producción de la riqueza, cuidando los equilibrios. Los equilibrios económicos y los equilibrios ambientales. Desarrollo sí, pero desarrollo sustentable, desarrollo responsable; desarrollo humano.
Y seguido a la producción, la distribución y redistribución de los beneficios del desarrollo. En estos años de gobierno nacional, hemos crecido económicamente como nunca antes en la historia del país. Y no todo fue “viento de cola”.
Hemos diversificado la producción y abierto como nunca nuevos mercados para nuestros productos y servicios. Y a diferencia de otros periodos de cierto crecimiento económico, donde a pesar de ello aumentó la desigualdad (¿se acuerdan de los noventa?), generamos políticas que permitieron que muchos más accedieran a los resultados del crecimiento. Estos son los datos duros, incontrastables, resultado de una conducción política del Estado, de un proyecto de país.
Reivindicamos la política y estamos orgullosos de lo que hemos alcanzado. Pero no basta. No es suficiente. Debemos ir a más. Todavía subsisten desigualdades. Tenemos que “ponernos a rueda” con los nuevos desafíos. Los nuevos desafíos del trabajo; los nuevos desafíos de la educación; los insoslayables desafíos de cuidado del medio ambiente.
En este año, que va a estar marcado para los frenteamplistas por la discusión del programa de nuestro futuro cuarto gobierno (sí, lo dije claramente, vamos al cuarto gobierno consecutivo del Frente Amplio; pusimos cuarta y echamos a andar), en este año, compañeras, compañeros, tenemos que multiplicar las instancias de diálogo, de debate, de escucha, para forjar ese programa.
En ese proceso nos precisamos todos. Aquí no sobra nadie. Ese programa debe atender la profundización de nuestras políticas, la consolidación de lo alcanzado. Pero tenemos que ir a más. Seamos atrevidos, disconformes, salgamos de nuestra zona de confort y arriesguemos nuestras ideas. Para eso nos precisamos todos.
Y precisamos, hoy, no como futuro, a los jóvenes. Vengan, arrimensé. Necesito tu irreverencia, quiero tu rebeldía, tu disconformidad crítica, quiero tu razón nueva y tu nueva causa. Enseñame el mundo que está por venir.
No son el futuro; los jóvenes no son el futuro, son el presente necesario que nos sacude, que nos renueva. Nosotros, los ya más veteranos, tenemos que abrir esos espacios. Y si nos los abrimos, vengan a patearnos la puerta. No nos quedemos quietos. Uruguay se mueve, el Frente se mueve.
A redoblar compañeras, a redoblar compañeros. En unidad, con fraternidad, con la ilusión intacta, con la esperanza inclaudicable.
Uruguay tiene futuro porque hemos forjado este presente. Y nos animamos, con esa unidad, a seguir haciendo temblar las raíces de los árboles. Por cada uno de nuestros hijos, por los chiquitos que vienen, orientales al Frente!!!