Declaración del VII Congreso del FA
VII Congreso del Frente Amplio “Cro. Gral. Víctor Licandro / Cra. Susana Dalmás”
Reunidos el 1º y 2 de diciembre las y los congresales frenteamplistas para deliberar y definir el Programa del cuarto gobierno del Frente Amplio, expresamos:
Este Congreso reafirma una de las mejores tradiciones del Frente Amplio: la construcción colectiva de un Programa único que establezca el rumbo del cuarto gobierno de la izquierda. Este Programa común es el fruto de un proceso de trabajo en el que han participado miles de compañeras y compañeros en su elaboración, discusión y síntesis.
Hemos recorrido un largo camino de la mano de nuestros sueños, haciendo propuestas, resistiendo la dictadura cívico-militar, creciendo en el seno de nuestro pueblo, y vislumbrando siempre una luz a lo lejos que nos orientaba en la acumulación de fuerzas y voluntades.
Ello nos permitió alcanzar tres veces consecutivas el gobierno nacional y ser gobierno departamental en varias oportunidades y distintos departamentos.
Quedan aún viejos sueños por cumplir, a los que se han ido sumando los nuevos sueños de este tiempo. Es desde ellos que construimos esta propuesta.
El objetivo del cuarto gobierno es inaugurar un nuevo ciclo de prosperidad y bienestar para el Uruguay del siglo XXI, lo que supone consolidar y profundizar nuestro proyecto de desarrollo con justicia social y plena vigencia de derechos, libertades y garantías.
Hay un nuevo contexto global signado por la incertidumbre. El aumento sin precedentes de las desigualdades, crisis humanitarias, varios escenarios de guerras en curso y enfrentamiento entre las grandes potencias, están modificando estructuralmente el contexto mundial del siglo XXI.
Los efectos devastadores que ha tenido y tiene sobre la vida de millones de seres humanos la mundialización capitalista, así como el cambio climático originado por las formas de producción y consumo, en la etapa actual de predominio del capital financiero y la desregulación de los mercados, están demostrando la necesidad ineludible de generar las condiciones para la creación de un nuevo orden global con cuya construcción nos comprometemos.
El nuevo patrón de acumulación arrasa con las regulaciones del orden político construido en el siglo XX, y genera un contexto de desprotección de millones de personas que en el planeta ven cercenado el ejercicio de sus derechos más básicos.
Mientras aumentan las desigualdades en el planeta, los cambios que aparejó la desaparición del mundo bipolar liberaron aún más el poderío militar de las grandes potencias que sigue siendo un factor que entraña peligro para la paz, en tanto la violencia continúa manifestándose mediante intervenciones militares y económicas que no cesan, amenazas y distintas formas de terrorismo, que generan la inseguridad y el desamparo de enormes masas a escala global.
La crisis global es económica, política, ideológica, cultural, energética, ambiental y ética, y es producto del capitalismo como modelo civilizatorio de los sectores dominantes, que junto al sistema patriarcal hegemonizan la humanidad.
Mientras el resto del mundo vivió procesos de recesión, de crisis políticas y sociales como consecuencia de las políticas de austeridad que deslegitimaron la política y los partidos, en el continente latinoamericano se desarrollaron experiencias con esperanza y creatividad, mostrando que era posible construir una alternativa al modelo neoliberal.
Pese a estos avances hoy vivimos momentos de dificultad. En varios países se ha detenido este impulso.
El alejamiento de los gobiernos de la sociedad, errores de gestión y desvíos éticos, han confluido con crisis sociales y económicas que condujeron a derrotas electorales, que cambiaron el mapa político del continente.
Se fue preparando el terreno para una ofensiva neoliberal, conservadora y excluyente, que quiere arrasar con los avances sociales, retroceder en la conquista de derechos, privatizar el Estado y concentrar los recursos económicos en pocas manos.
Si el discurso de la derecha ayer era el del “fin de la historia”, hoy quiere imponer el del “fin del ciclo progresista”.
Esta es una estrategia simplista e interesada que busca desmovilizar y desarticular las capacidades de resistencia, fortalecimiento y ampliación del bloque social de los cambios.
Comprender e integrar a la vez tanto la magnitud de la ofensiva conservadora que enfrentamos así como los elementos de una necesaria autocrítica de la gestión y desvíos éticos de los gobiernos progresistas, constituyen aspectos esenciales para trazar una estrategia que permita a la izquierda continental retomar su impulso transformador.
Los avances de las fuerzas conservadoras en América Latina con retrocesos en los derechos de las mayorías populares inciden negativamente en el Uruguay. Frente a ello, más que nunca, debemos defender nuestro crecimiento, la creación de empleo y el bienestar de las personas y desarrollo con justicia social.
Uruguay es hoy considerado por la comunidad internacional como un país serio y responsable, que asumió un camino progresista con firmeza y obtuvo grandes resultados.
Esos logros nos permiten proponer hoy desafíos de mayor porte, en el complejo contexto político y económico regional y mundial actual. Nuestro país ha logrado avanzar significativamente en mayores niveles de equidad y bienestar del conjunto de la población.
La política económica puesta al servicio de las políticas sociales ha permitido tener un crecimiento sostenido -aún atravesando severas crisis internacionales e importantes crisis regionales- basada en la búsqueda conjunta del crecimiento y la justicia social como una sola unidad.
Queda aún camino por recorrer en términos de restituir y ampliar derechos, abordar vulnerabilidades, desarrollar políticas de redistribución y reducción de las desigualdades sociales, avanzar en la distribución de la riqueza, impulsar avances en la articulación de ciencia, tecnología e innovación con el aparato productivo y consolidar una generación de científicos uruguayos preparada para aportar al desarrollo integral del país.
Habremos de enfrentar con decisión la embestida de la derecha y los sectores oligárquicos que se oponen al proceso de transformaciones que están llevando adelante los Gobiernos del Frente Amplio.
Disfrazándose como actores del cambio, con el objetivo de recuperar el gobierno y profundizar las desigualdades en favor de una minoría privilegiada, apoyada en su poder económico y mediático, su accionar no está destinado a elaborar un programa de gobierno alternativo, pues su objetivo es erosionar la credibilidad de nuestras ideas, de nuestra legitimidad en la sociedad, de la imagen de honestidad y autenticidad de nuestro proyecto político.
El discurso tendiente a convencer al pueblo uruguayo de que el “proyecto del Frente está agotado“ suma nuevos protagonistas de distinta naturaleza, que coinciden en un único objetivo: sacar al Frente Amplio del gobierno.
Lo anterior deja en claro que siguen existiendo dos proyectos de país en disputa: el de la derecha y sus soportes sociales, ideológicos y políticos, que apuesta a un país cada vez más desigual, con crecimiento sin distribución, donde reine la ausencia de transparencia y se retroceda en la agenda de derechos conquistados.
De la misma manera que lo hizo cuando gobernó, la derecha uruguaya dejará nuevamente al país expuesto e indefenso a los efectos de las crisis internacionales, haciendo recaer sus costos sobre las mayorías de la población.
Los sectores más conservadores de los partidos tradicionales actúan como representantes de minorías dueñas de los grandes capitales, extensiones de tierras, empresas, medios de comunicación, etc.
Por otro lado está el camino de la transformación de la sociedad que lleva adelante el F.A. reduciendo las desigualdades, ampliando la economía, los derechos y el bienestar de los y las uruguayas.
Desde 2005 el país inició un proceso de cambios estructurales que levantaron los cimientos sobre los cuales asumir la construcción del país del siglo XXI, en lo productivo, en salud, en educación, en atención a los más vulnerables, en lo laboral y salarial, en vivienda, en la agenda de derechos, en cultura, en seguridad social, entre otros.
También en el fortalecimiento de la agenda republicana y la democracia.
Asumimos firmemente el desafío de confrontar con la derecha política en todos los planos: ideológico, cultural, económico, social, de valores y político; movilizando a los y las frenteamplistas y a la sociedad.
Las y los frenteamplistas seguiremos construyendo un país solidario e integrado al mundo. Un País que sea un buen lugar para vivir.
La sociedad ha asumido, progresivamente, la construcción y desarrollo de una agenda de derechos y se ha atrevido a explorar nuevas áreas de cambios necesarios. El país de hoy requiere y permite llegar más lejos en todas las áreas. Cualquier detención, cualquier vuelta atrás, implica volver al país de los privilegios.
El Programa que acabamos de aprobar, reafirma este camino. De sus ejes centrales destacamos:
El país del Siglo XXI: un país creativo, productivo, solidario y sustentable.
Nuestro camino de desarrollo requiere combinar simultáneamente el mantenimiento de las responsabilidades a nivel macroeconómico, las políticas de estímulo a las inversiones productivas, una muy vigorosa política de inversiones estatales y un fortalecimiento del liderazgo estratégico de nuestras empresas públicas.
Ese camino requiere, por un lado, apoyarnos en nuestra ciencia y nuestra tecnología; por otro, asumir plenamente la responsabilidad de la sostenibilidad ambiental y del cuidado de la naturaleza.
Siendo nuestro país generador de riquezas desde la producción agropecuaria -actividad desarrollada en todo el territorio nacional- armonizar e integrar políticas productivas y ambientales constituye un desafío sustantivo.
Afirmar un país solidario, exige a su vez consolidar el Estado de Bienestar en las condiciones actuales del Siglo XXI, asegurando la calidad de los servicios de educación, salud, seguridad social y cuidados para todas y todos los uruguayos.
Este salto en desarrollo de nuestro país tiene en la acción del Estado un instrumento esencial para su concreción. Es a través de la implementación de políticas públicas tanto en el campo productivo como social, y de su articulación con las capacidades de la sociedad civil, que afirmaremos el Uruguay que queremos seguir construyendo.
Un país de trabajo.
El país productivo es un país de trabajo. En el mundo es necesario un país que apueste a la cultura del trabajo. La mayor productividad requiere creación de conocimientos, aprendizajes y desarrollo de capacidades en forma permanente; en particular atendiendo el interior del país, en la construcción de mayor equidad territorial.
En un mundo donde la creación de empleo está en cuestionamiento, necesitamos un país que genere empleos de calidad a través del desarrollo productivo y la agregación de valor tanto en bienes como servicios, promoviendo la iniciativa privada, apoyada de múltiples formas, incluida la inversión directa del Estado.
Un país integrado a la región y en el mundo.
El país productivo, creativo y solidario, debe estar abierto al mundo, con sus principios y su rumbo propio. En lo regional, guiados por el sueño artiguista de la integración; en lo internacional, reafirmando el multilateralismo, tanto en lo político como en lo comercial y el respeto a la autodeterminación de los pueblos.
Una voz y un lugar en la región y en el mundo, independiente, soberana, que haciendo valer su trayectoria, capacidades, conocimiento y el trabajo de su gente, sea ejemplo para la construcción de un mundo de solidaridad,igualdad y libertad.
Un país que da un salto en la calidad de sus políticas sociales.
En estos 15 años hemos logrado avanzar en la equidad, la igualación de oportunidades y en la accesibilidad a los servicios sociales básicos.
Esto se ha concretado en el aumento de la formalización de la seguridad social, en el acceso universal a la salud y también en el acceso universal de niñas, niños y adolescentes a la educación primaria y media, y en la creación del Sistema Nacional de Cuidados.
Es el momento de desarrollar la nueva generación de reformas con el centro en las personas, en salud, educación, cuidados y vivienda.
En salud, profundizar en la calidad de la promoción, prevención, asistencia y gestión, guiados por el concepto de que la salud de cada una, de cada uno, construye la salud de todas y todos.
Mejorar la calidad de la educación es clave para frenar el proceso de reproducción intergeneracional de la pobreza. La seguridad social seguirá siendo entendida como una herramienta de solidaridad intergeneracional, lo que implica la necesaria y plena responsabilidad hacia las generaciones que vendrán.
En vivienda, una política de shock debe acompañarse de la profundización de la construcción de ciudades inclusivas, que combinen el derecho a la vivienda con el ejercicio del derecho a la ciudad. La ciudad, sus espacios y sus servicios nos pertenecen a todas y todos por igual.
Con el Sistema de Cuidados garantizamos el derecho a la autonomía de todas las personas. A través de los servicios de cuidados para la infancia, personas con discapacidad y personas mayores dependientes, se libera tiempo de trabajo de las mujeres y se crean las condiciones materiales para cambiar la división sexual del trabajo y avanzar así en la igualdad de género, posibilitando su integración plena y sin discriminaciones en el mercado de trabajo.
El centro de las políticas sociales son las personas, continuarán siendo todas y todos nuestros niños, niñas y adolescentes.
El desafío del combate a la pobreza no ha culminado, pero además hay que avanzar en la reducción de las desigualdades y la exclusión en la sociedad. Para ello deberá implementarse una política de inclusión que integre acciones en materia de vivienda y hábitat, empleo, formación para el empleo de las familias, salud, cuidados, educación y promoción de la convivencia.
El cuarto gobierno del Frente Amplio deberá continuar con las políticas tendientes a luchar contra la violencia hacia las mujeres, pues esta contribuye a reproducir las múltiples desigualdades que ellas sufren en nuestra sociedad.
Un país que construye cultura
El contexto del cambio civilizatorio global y de las orientaciones neoliberales hegemónicas, debe ser confrontado desde la cultura. En el país que navegará en el siglo XXI, promoveremos políticas culturales dirigidas a consolidar una sociedad de mujeres y hombres libres para hacer sus opciones de vida, asegurando la riqueza de pertenecer a una comunidad en su plena diversidad.
Sólo un país de cultura, un país que se construye con y desde los derechos culturales, puede asegurar ese camino.
Un país con mayor descentralización.
Sólo podemos concebir el futuro de nuestro país como un país integrado territorialmente, con un desarrollo armonioso y complementario en nuestras regiones y departamentos, con igualdad de derechos en cada rincón del territorio.
Ello implica, necesariamente, profundizar las políticas de descentralización, jerarquizar, desarrollar y consolidar las instancias de decisión y ejecución a nivel local y avanzar en la complementación y coordinación de las instituciones públicas.
Ampliar el protagonismo de la ciudadanía y de los actores locales y sociales en la toma de decisión, implica reforzar el gobierno de cercanías. El Uruguay del siglo XXI debe ser un país donde sea bueno nacer y construir un proyecto de vida en cualquiera de sus rincones.
Un país con un Estado inteligente, transparente y cercano a la gente.
En estos 15 años hemos logrado pasar de un Estado ausente y clientelístico, a un Estado que ha vuelto ocupar su papel estratégico como motor del desarrollo; a un Estado fuerte.
En el cuarto gobierno del FA deberemos profundizar el camino hacia un Estado inteligente, que rompa la fragmentación de las políticas públicas, avance en la eficiencia y la calidad de los servicios, en el que se imponga una cultura institucional de complementación, coordinación y colaboración.
Ese Estado debe asegurar el acceso a la información de la ciudadanía de modo que pueda ejercer su derecho a controlar la trasparencia y la probidad de las políticas y los actores públicos.
Un país con memoria.
Un país que asuma su pasado, construye memoria y reafirma la vigencia de los Derechos Humanos
Verdad, justicia, memoria y nunca más terrorismo de Estado, continúan siendo un desafío democrático para nuestra sociedad. Reafirmamos nuestro compromiso y firme voluntad en la lucha contra la impunidad, la búsqueda de los desaparecidos y la reparación integral a las víctimas.
Un país más seguro y con mejor convivencia.
Seguiremos asumiendo con firmeza el desafío de la seguridad y la violencia en la sociedad, fortaleciendo las políticas de inclusión social, prevención, disuasión y represión del delito, con la severidad necesaria y adecuada.
En particular, ha de combatirse especialmente el crimen organizado y la corrupción. Simultáneamente, han de fortalecerse las políticas de rehabilitación e inserción social. Se dará prioridad a las políticas de convivencia ciudadana, con una fuerte presencia del Estado en el territorio.
Un país con más democracia y más ciudadanía.
La prosperidad de nuestro pueblo depende de la reafirmación de la democracia. Para ello, la solidaridad, la igualdad y la libertad son pilares de la construcción de una sociedad democrática.
Nuestro proyecto de izquierda asume esos retos en el marco de sus principios fundacionales, que han guiado nuestra conducta y nuestra acción en todos los tiempos, entre los que se destacan la ética, la humildad y austeridad del militante y del gobernante, en forma plena, responsable y transparente.
La capacidad de construir una síntesis política y programática que se traduzca en la imprescindible unidad de acción, es un principio estratégico de todas y todos los que somos parte de este proyecto; en el convencimiento de que más allá de nuestras diferencias, tenemos un denominador común que nos interpreta y aglutina: un compromiso inclaudicable con las causas populares.
Como dijo el General Seregni el 26 de marzo de 1971: “el Frente Amplio es el legítimo heredero de la tradición artiguista y de ella toma sus banderas y su ideario”. Esta construcción ha sido colectiva y hay miles de hombres y mujeres que han sido protagonistas en la misma.
La construcción y la preservación de la unidad son un principio para las y los frenteamplistas; sin que esto pueda entenderse como el cultivo de la autocomplacencia o la ausencia de la autocrítica. Si la unidad es una construcción, su preservación es imprescindible.
Basados en los mismos principios y en los nuevos sueños, sabemos que estamos más cerca, pero siempre miramos más lejos. A medida que avanzamos, los horizontes cambian; porque cambia y cambiamos la realidad, y porque se incorpora, una y otra vez, la mirada y los sueños de las nuevas generaciones.
La herramienta que construimos hace más de cuarenta y cinco años no es la misma. No puede ser la misma. El Frente Amplio que afrontará la próxima elección no es el de 1971. Tampoco el de 1989, ni el de 2004 o el de 2014: es el de hoy.
Un Frente Amplio con experiencia de gobierno, que se enorgullece con lo que hizo bien, que es autocrítico con lo que no salió como esperábamos, que reconoce todo lo que falta por hacer. Es un Frente Amplio renovado política y generacionalmente el que asumirá el desafío de seguir construyendo un país donde nadie es más que nadie.
En cada etapa, los sueños y las realizaciones son posibles si la fuerza política se encuentra con la gente. Cuando eso se logra, se acumulan fuerzas y se adquiere capacidad constructora de futuro. Renovar ese encuentro, abriendo espacios y tendiendo puentes, como lo ha sido siempre, vuelve a ser el desafío de hoy.
El VII Congreso del Frente Amplio - “Cro. Gral. Víctor Licandro / Cra. Susana Dalmás” tiene el honor de poner a consideración de toda la sociedad su Programa para el cuarto gobierno.
Ofrecemos este Programa que se apoya en los logros de gobiernos pasados, que asume críticamente los errores propios y y que asume los nuevos desafíos que la realidad global y nacional nos impone.
Un programa que intenta recoger las aspiraciones, las necesidades, y los sueños de las y los trabajadores de nuestro país, de mujeres y varones, de los y las jóvenes, de la gente que vive del esfuerzo de su trabajo, de los pequeños y medianos emprendedores, de los productores y trabajadores del medio rural, de mujeres y hombres de la cultura, del deporte, de los y las intelectuales, de quienes arriesgan sus vidas cotidianamente por la seguridad de todos, de los y las que educan, cuidan y curan; y también de aquellos empresarios comprometidos con un país donde la ganancia de algunos tenga como límite la felicidad y el bienestar de todos.
En fin, un programa a la medida de la gente, hecho por nuestra gente.
Además del programa para el IV Gobierno del Frente Amplio, este VII Congreso, en ejercicio de su soberanía ha resuelto proponer a la ciudadanía como precandidatos para las elecciones internas de los Partidos Políticos a celebrarse el 30 de junio de 2019 a los compañeros/a Oscar Andrade, Mario Bergara, Carolina Cosse y Daniel Martínez, para que en el ejercicio de la más amplia democracia interna sea la ciudadanía frenteamplista la que decida quién conducirá los destinos del país.
En el recuerdo de los entrañables compañeros Gral. Víctor Licandro y Susana Dalmás, ejemplos de militancia, actitud unitaria y entrega, convocamos a todas y todos los frenteamplistas en todo el país, en cada barrio, en cada ciudad, en cada pueblo, en cada rincón del Uruguay profundo a renovar la participación y el compromiso hacia un IV Gobierno del Frente Amplio para seguir transformando el país en beneficio de su gente.
¡Con los mismos principios y nuevos sueños sigamos construyendo futuro!
¡¡Viva el Frente Amplio !!!
¡¡Viva el Uruguay !!!
APROBADA POR ACLAMACIÓN Montevideo, 2 de diciembre de 2018.