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Martes, 08 10 2019
(Tiempo estimado: 3 - 5 minutos)
Eduardo Bleier

La verdad seguirá abriéndose camino; a veces parece no tener apuro, pero es inexorable

Ojalá que sea en las mejores condiciones que puedan darse en el país en los próximos años para favorecer la investigación y las acciones del Estado, pero inexorablemente la memoria continuará librando su reivindicación.

Eduardo Bleier tenía 47 años al momento de su desaparición, el 29 de octubre de 1975. Este lunes se confirmó que los restos encontrados a fines de agosto en el Batallón 13 eran suyos. Ayer el presidente Tabaré Vázquez le comunicó la noticia a su familia.

La dictadura ha hecho posible la paradoja de que la confirmación de una muerte sea celebrada por quienes han amado a la víctima. Los cobardes que asesinaron y los que, con cobardía de la misma especie, los encubrieron, seguirán perdiendo su triste batalla.

No fue defendiendo la patria, con arrojo y honor, que están siendo derrotados, sino por practicar la peor forma de traición al Ejército de Artigas. Tampoco hicieron su miserable “guerra” contra otro ejército. Ni siquiera contra una guerrilla, que estaba desarticulada e inactiva desde varios años antes de que aplicaran sus operaciones en el marco del Plan Cóndor, que barrió con la democracia en el Cono Sur en la década del 70 del siglo pasado (proceso que tiene su primer capítulo en el golpe de 1964 en Brasil, reivindicado por Bolsonaro) y que promovió el golpe de Estado de Juan María Bordaberry en el Uruguay el 27 de junio de 1973.

Los familiares de las víctimas, y también sus compañeros que aún viven, continuarán esta búsqueda, y no estarán solos. Como lo dice Gerardo Bleier, el hijo de Eduardo: “Estuvo siempre ahí... hasta que lo encontramos. Infinitas gracias a la abrumadora, sanadora tanto como el hecho mismo, solidaridad social que nos rodea”.

Sí, una solidaridad social que ha ido construyendo certezas y voluntades, que fue ampliando derechos y la convicción de que éstos se conquistan cada día, con la razón y el esfuerzo. En primer lugar el sagrado derecho a conocer la verdad y a rescatar la memoria, como parte esencial de la democracia que los orientales hemos recuperado para poder crecer como nación, en libertad, con esperanzas.
Los restos de Eduardo Bleier, como los de Ubagésner Chaves Sosa, Fernando Miranda, Julio Castro y Ricardo Blanco, rescatados de los infames enterraderos en predios militares, nos llaman a renovar nuestro juramento, una vez más y cada vez con más fuerza: ¡Nunca más!

LA DETENCIÓN
Eduardo Bleier tenía 47 años al momento de su desaparición, el 29 de octubre de 1975, cuando fue secuestrado en plena calle, en Montevideo. Este lunes, se confirmó que los restos encontrados a fines de agosto en el Batallón 13 eran suyos. Ayer el presidente Tabaré Vázquez le comunicó la noticia a su familia.

Era militante del Partido Comunista del Uruguay (PCU) y del Frente Amplio (FA); casado y padre de cuatro hijos. A partir de octubre de 1975, el régimen militar desplegó una profunda persecución y represión contra toda la estructura del PCU llamada “Operación Morgan”. En el marco de la misma, muchos militantes fueron torturados y varios asesinados y desaparecidos.

Bleier fue detenido y torturado inicialmente en el Centro Clandestino de Detención (CCD) conocido como “300 Carlos R” o “Infierno Chico”, en Punta Gorda. Luego, en noviembre, fue trasladado al Batallón Nº 13, o “Infierno Grande”, principal centro de tortura del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA).

LA TORTURA
Según la ficha disponible en la web de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente, dos testigos, José Wolman y Alcides Lanza, declararon “haber escuchado y visto a Bleier siendo sometido a salvajes torturas en el C.C.D. '300 Carlos'. A su vez Vilma Antúnez declaró que el 7 de noviembre de 1975, estando detenida en el mismo C.C.D., sientió gritos y vio a Bleier mientras caía rodando por una escalera”. Según Antúnez, al llegar al suelo, Bleier sufrió una brutal golpiza.

En los centros de tortura de la dictadura las personas detenidas, hombres y mujeres, eran sometidas a largas sesiones de tormentos, entre los cuales los más frecuentes fueron la colgada (se las ataba de las muñecas con los brazos atrás y se las levantaba con una cuerda), el caballete, que era un variante de la anterior consistente en bajar y subir el cuerpo para que golpearan los genitales en un travesaño, la picana eléctrica, el submarino (inmersión en agua, en general inmunda), el plantón (a veces se mantenía parada por varias horas a la víctima), los golpes y las quemaduras, las violaciones, los simulacros de fusilamiento, la amenza (a veces concretada) de traer a los hijos o a las parejas a presenciar la tortura, el hambre y la sed (deseperante al cabo de varios días). Las sesiones, que hacían atravesar al torturado por estados de alucinación y demencia, se interrumpían, médico mediante, cuando la víctima perdía el sentido. O la vida...

LA MUERTE
Tal vez nunca se sepa cómo culminó el tormento de Eduardo. Seguramente no fue por esos horribles golpes que, sin duda por debajo de sus vendas, pudieron ver Antúnez, Wolman y nuestro inolvidable Alcides. Algunas horas o varios días, o tal vez meses después, el noble corazón de Bleier dejó de latir.

LA INÚTIL MENTIRA
La Comisión para la Paz, formada durante el gobierno de Jorge Batlle, había determinado que sus restos “habrían sido primero enterrados en el Batallón 14 de Toledo y después exhumados, incinerados y tirados al Río de la Plata”, una información errónea que la tierra misma se encargó de desmentir. Muchas informaciones similares circularon estos años. Como la mentada y nunca confirmada “Operación Zanahoria”, consistente en remover la tierra y cambiar de lugar los restos. Hubo por parte de los militares y civiles involucrados en aquellos crímenes, y en quienes los encubrieron durante muchos años, ya en democracia, un intento sistemático pero en última instancia inútil de que se cerrara toda búsqueda. “No tener ojos en la nuca”, recomendaron estúpidamente algunos, entre los cuales personas que pretendieron obtener mezquinos réditos políticos, igualmente inútiles.

Asamblea Uruguay, reafirmando su esencia artiguista, democrática y frenteamplista, expresa una vez más su compromiso esencial con Verdad y Justicia, su solidaridad con quienes más han sufrido los crímenes de la dictadura, en especial en estos momentos con los familiares de Eduardo Bleier, y su convicción de que -ojalá en las mejores condiciones que puedan darse en el país en los próximos años para favorecer la investigación y las acciones del Estado- esta causa continuará abriéndose camino.