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Sábado, 26 10 2019
(Tiempo estimado: 5 - 9 minutos)
CON EL FA Y LA 2121

Aseguremos y avancemos en nuestro camino de crecimiento, equidad, libertad, paz, convivencia

En la oposición proponen abandonar un camino probado, responsable, que contrasta con lo que sucede en otros lados. Esto no significa aceptar lo que no se hizo bien o lo que falta concretar. Vamos a mantener el rumbo y a hacerlo mejor.

Uruguay ha tenido su propio rumbo, ha sido el del crecimiento con equidad, el del fortalecimiento de las libertades y los derechos ciudadanos, el de la apertura al mundo y la defensa de nuestros intereses, buscando la sustentabilidad y la protección del medio ambiente.

Miremos lo hecho y lo que falta. Pero también veamos lo que ha sucedido con otras experiencias políticas, económicas y sociales.

Formamos parte de un mundo que nos plantea retos muy difíciles. También aprendiendo de lo que sucede en él es que podremos continuar construyendo justicia y libertad.

IMPOSIBLE NO MIRAR A CHILE
Hoy, es imposible no mirar hacia un país hermano que nos duele, Chile, conmovido por una situación de la que ojalá pueda salir lo antes posible.

Si bien las manifestaciones tuvieron como detonante la subida del boleto del metro, el descontento de la sociedad por el sistema de pensiones chileno, administrado por empresas privadas, el coste de la salud, el deficiente sistema público de educación y los bajos sueldos en relación con el costo de la vida y, sobre todo, la gran inequidad en un país que creció sin redistribuir. Esta es una deferencia esencial con Uruguay.

Candidatos opositores de varios partidos han puesto a Chile como ejemplo de crecimiento, en contraposición al supuesto fracaso de Uruguay. Es cierto que Chile mantiene varios indicadores buenos en la comparación latinoamericana. Pero no se dice que en los últimos años el país trasandino perdió el primer lugar en cuanto a producto interno bruto (PIB), que ahora corresponde a nuestro país. Y menos se ha dicho que, a diferencia de Uruguay, que ha logrado avances insuficientes pero importantes en materia de equidad, siendo el país mejor ubicado en esa materia en América Latina, Chile tiene uno de los índices Gini (que mide la inequidad de una sociedad) más altos del continente. El sistema de educación chileno es uno de los más injustos en cuanto al acceso de los jóvenes al mismo. En esto también Chile está detrás de Uruguay, pese a los desafíos que tiene nuestro país en cuanto a abatir altas tasas de deserción en la enseñanza media y problemas de contenido educativo que constituyen un reto a superar en el próximo gobierno del FA.

IMPOSIBLE NO MIRAR LA REGIÓN
Sería un despropósito negar lo que hemos avanzado. Nuestro camino no ha sido el de los gobiernos de derecha de la región, como el de Macri, o el amenazante rumbo de Bolsonaro. Tampoco hemos ido por caminos mal calificados de “izquierda” que llevaron a grandes crisis políticas y humanitarias, que irresponsablemente se pretenden “resolver” con una invasión militar, el bloqueo y el desconocimiento del derecho internacional.

El camino de Uruguay, con el Frente Amplio y gracias al Frente Amplio, ha ido por otro lado. Ha tenido su propio rumbo, ha sido el del crecimiento con equidad, el del fortalecimiento de las libertades y los derechos ciudadanos, el de la apertura al mundo y la defensa de nuestros intereses, buscando la sustentabilidad y la protección del medio ambiente.

Sí, nuestro camino es el del crecimiento, la equidad, la libertad, la paz, la convivencia. Continuar por este rumbo, para “mantener lo bueno” pero para “hacerlo mejor”, es lo que se someterá al veredicto de la ciudadanía este domingo.

También votamos en defensa de la política
Gracias a sus esfuerzos y sus capacidades, las personas progresan en la vida, logran objetivos, ven satisfechas sus aspiraciones.

Desde el aprendizaje y la formación, pasando por el trabajo y las condiciones en que se dé, hasta el amparo que permite la seguridad social a la hora del retiro, muchas cosas dependen del conjunto de disposiciones institucionales y legales garantizadas por el Estado y los derechos adquiridos por el ciudadano. O sea, todo aquello que se obtiene mediante la política.

En estos tiempos, esa actividad imprescindible para la vida de la gente, está desacreditada, debilitada. Pese a que Uruguay es uno de los países menos afectados al respecto, han aumentado los que piensan que las acciones de un gobierno tienen cada vez menos incidencia en sus vidas, incluso independientemente de la valoración favorable o desfavorable que hagan de su gestión.

Hay múltiples causas de esta situación, que se dan a nivel mundial. Pero es innegable que la política sufre y se debilita cuando es utilizada para satisfacer intereses personales en perjuicio de los de la colectividad; cuando la ética se deja de lado en favor de causas deleznables.

Corre peligro así el instrumento que tiene un pueblo para mejorar cada día su sociedad. Y para elegir su rumbo.

¿Da lo mismo que la mayoría de los jóvenes ingresen o no al sistema educativo; que exista o no el plan Ceibal; que los trabajadores y las empresas puedan o no negociar en los consejos de salarios; que se amplíen o no los derechos de los ciudadanos? ¿Da lo mismo que en una sociedad se combata o no a las discriminaciones y las injusticias? ¿Da lo mismo que aumente o disminuya la pobreza, que crezca o baje la inequidad, que mejoren o empeoren los ingresos reales de la población? ¿Da lo mismo que estén o no estén garantizados ciertos derechos básicos a la alimentación, la salud, la protección social? ¿Da lo mismo que haya o no justicia independiente? ¿Da lo mismo el grado de libertad que haya en un país?

Y también podría preguntarse: ¿da lo mismo que funcionen bien o mal las instituciones y los mecanismos que una sociedad se ha dado para que todas esas condiciones y derechos se cumplan?

Todo eso depende de la política, y lo que se realice desde ella es fundamental para hacer mejores a las sociedades.

Este domingo, gracias a valores muy arraigados entre los uruguayos, no deberemos elegir entre la libertad y el despotismo, aunque haya sectores que expresan intenciones antidemocráticas. Pero sí optaremos entre orientaciones muy diferentes, que priorizan cosas distintas, que se ubican con concepciones contrarias con relación a ciertos temas esenciales para la vida de cada uruguayo. No da lo mismo cualquier propuesta, cualquier rumbo del país, cualquier lista.

Del voto que emitamos dependerán demasiadas cosas. Aunque a muchos no les interese o no les guste la política, es importante recordarles que en ellos, sus familias y sus afectos también incidirán los resultados electorales.

Por qué Danilo Astori y la 2121
Contamos con la confianza y experiencia que representa Danilo Astori. Necesitamos tu voto a Asamblea Uruguay. Creemos tener argumentos.

No se van a enumerar aquí los logros de los gobiernos del FA. Nos interesa reflexionar acerca de lo que han significado en este proceso los aportes de Asamblea Uruguay y de manera muy especial de Danilo Astori.

Constituyen una sólida base para desplegar las posibilidades de crecimiento material y social, la estabilidad institucional, la solidez de nuestra democracia, la tranquilidad y la confianza que se trasmite cada día a los uruguayos en medio de un continente desgraciadamente convulsionado por crisis, inequidades, estallidos sociales y políticos, falta de libertades, represiones. No nos centraremos aquí en lo logrado en Uruguay sino en su futuro, en estos próximos años.

#AstoriEsConfianza, viene afirmando Asamblea Uruguay en uno de sus hashtags de campaña. El concepto merece ser meditado especialmente.

Hay en el país quienes nos proponen abandonar un camino probado, responsable, con perspectivas reales de superación para los uruguayos, y sustituirlo por ciertas fórmulas, algunas que ni se conocen.

Ahí están, entre otros eslóganes (porque son eslóganes, no se las puede llamar propuestas): las leyes de urgencia de Lacalle Pou, que no se sabe en qué consisten; las promesas demagógicas que no pueden financiarse, como una supresión de gastos públicos solo posible sacrificando salud, educación y seguridad; la transferencia al mercado de funciones que solo el sector público puede ejercer y que son salvaguarda de los más débiles y de la estabilidad del país; las erráticas campañas de los candidatos de la oposición, que han zigzagueado de derecha a centro, llegando a veces hasta el centro izquierda para luego retroceder a la derecha pura y dura cuando advierten que deben cubrir el flanco por el que se les van votos hacia Manini, con sus peligrosas concepciones que nos retrotraen a períodos siniestros de la vida del país.
Más que nunca, hay que asegurar la confianza en el país. Esa que es capaz de trasmitir como nadie Astori, el que, siempre leal a la unidad de su Frente Amplio, supo construir aportando en la turbulencia de la crisis de comienzos de siglo y durante estos años de manejo responsable de la economía, con su insustituible contribución a los gobiernos frenteamplistas.

Danilo Astori no ha sido solo el que evitó peligros que vienen acechando en estos tiempos. Ha hecho, por encima de todo, una inmensa contribución a que Uruguay lograra algo muy difícil, que no ha sido posible en nuestra región: crecer y distribuir. Y en este sentido han resultado fundamentales transformaciones estructurales como el sistema tributario, que de una imposición que hacía contribuir más a los que menos tenían, permitió no solo mayor justicia redistributiva (que debe seguir mejorando), sino estímulos a la producción que explican en gran medida el crecimiento de estos años y las posibilidades que en estos momentos se están gestando de nuevas inversiones y puestos de trabajo.

Valoremos lo que este rumbo -en el que tanto viene incidiendo Astori, que no es el contador del gobierno sino un político con estatura de estadista- ha significado para incrementar el prestigio del Uruguay como país serio, responsable, previsible, y para fortalecer un valor esencial a preservar: la democracia. Uruguay se encuentra entre las diez democracias plenas en el planeta, y junto con Canadá, la única que en toda América puede exhibir esa situación.

Muchos han contribuido para que esto sea así. Obviamente que el reconocimiento a Astori debe ser extensivo al FA en su conjunto, a sus presidentes y gobernantes en los diferentes ámbitos y periodos. Él ha actuado como frenteamplista y en estrecho contacto con sus compañeros, y con la mente y el corazón junto a sus compatriotas, en primer lugar a los más débiles, a los que más se han beneficiado con los avances de ese crecimiento con redistribución.

En el próximo periodo de gobierno el Uruguay necesitará más que nunca a Danilo Astori y una fuerte bancada parlamentaria de Asamblea Uruguay.

Nos jugamos por Daniel Martínez presidente, por un Frente que, por la huella imborrable de Liber Seregni, sea pilar del sistema político en el próximo periodo, y por nuestro querido Uruguay y su gente, sin la cual ningún avance sería posible.

El parlamento necesita un estadista.

El Uruguay necesita a Danilo Astori.


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